Wednesday, June 2, 2010

Un morocotro

Así lo quiero llamar.
Un morocotro es un animal extraño que los animales conocen pero casi nunca lo saben distinguir. Es muy extraño.

Le gustan los árboles, le gusta mucho la textura de las hojas y de la superficie de los troncos. Cuando pasa y ve uno llamativo se toma un segundo para sentirse como si estuviera subido allí y lo saborea con los ojos como si el verde de las hojas y el café de los troncos estuviera entre su lengua y su paladar y se pasara a su nariz oliéndolo con la vista.

Bajo el árbol hay una vaca que él mira fija y relajadamente, tal como la vaca lo mira a él. Y mirándola piensa lo agradable que sería estar sentado sin nada que hacer sobre cientos de metros cuadrados de comida en silencio y sin prisa.

Tras la vaca y el árbol hay varias montañas. Azules, grandes e irregulares con manchas de oscuro y claro, y de noche negras con puntitos blancos y amarillos brillantes. Las montañas están allá siempre y le sirven de aire para que la imaginación del morocotro vuele lejos.

Y cuando el morocotro deja de imaginar cosas, se sienta y buscan en su saco su dudro. El dudro es un cristal, como una flor, con bordes redondos y suaves, es sólido y brilla, no se raya y tiene muchos colores que cambian. Es muy dificil de encontrar, por eso él lo guarda bien, aunque lo pasa viendo a cada rato. El dudro no es de él porque le habla y puede perderse si quisiera; pero se queda en su saco, y cuando el morocotro lo saca, conversan y él lo mira. Lo hace sentir contento.

Cerca de ellos pero más arriba, en el aire entre el morocotro y las montañas, hay varias palomas que lo ven desde lejos y lo conocen. Las palomas lo saben distinguir porque desde muchos años lo han visto ahi sentado viendo a la vaca, a los árboles, a las montañas, y hasta hace poco al dudro. Porque lo conocen, le hablan. Y porque lo conocen no aterrizan.

El morocotro saluda al árbol cada día, pasa cerca y siente con sus manos la textura del tronco porque le cae bien. Día tras día lo saluda porque le cae bien. Pero lo saludará y la textura no va a estar, el tronco será liso y simple, gastado, ya no olerá a café-áspero ni a verde-fresco.

Se sentará a mirar a la vaca y ella no lo va a mirar de vuelta porque lo ha visto por mucho. Y la vaca ahí sentada rumiando se convertirá en parte del fondo hecho de zacate, el árbol y las montañas, y ya simplemente no le provocara sentir la tranquilidad. No provocará, no hará reaccionar nada en el morocotro.

Las montañas solo servirán de block de notas para enumerar los árboles que han quedado lisos y las vacas que desaparecieron en el trasfondo; ya no servirán de aire para salir volando.

Las palomas le hablan porque quieren hacerlo, y les cae bien al morocotro; y el dudro no se pierde y le habla también porque lo hace sentir contento, y el dudro se pone contento también.

Que maravilla para el morocotro tener palomas que le hablan desde el aire sin que las pueda hacer lisas o desaparecerlas, y tener un dudro que no se raya y siempre brilla con colores que cambian y que no se quiere perder.

El morocotro está agradecido.

1 comment:

  1. Este es extraño. Es el tipo de cosas que uno escribe desde el punto de vista propia para uno mismo. Ojalá tenga sentido para ustedes como lo tuvo entre mis orejas.

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